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La realidad ante la pérdida de un ser querido en Estado de Alarma

  • Foto del escritor: Reeiichel
    Reeiichel
  • 1 may 2020
  • 4 Min. de lectura



La crisis sociosanitaria y económica que estamos atravesando va a trascender a todos niveles en nuestra vida física, mental y social en diferente intensidad.


Estamos notando ya su repercusión a raíz de las medidas extraordinarias que se han impuesto en el Estado de Alarma de España para frenar la pandemia COVID 19 que está cobrándose cientos de miles de víctimas mortales.


Pero hoy todavía es incierto el alcance de la crisis que va a azotar España, sin embargo, están viéndose las primeras reacciones de personas afectadas y se es consciente del problema económico, y sus consecuencias en la calidad y nivel de vida de los españoles. Se ve claramente una vulneración de derechos humanos que no va a quedar aquí.


A parte de la crisis económica que es un problema que preocupa a todas las familias, la salud mental y social también lo va a ser y lo está siendo ya con la medida del confinamiento.


Las personas necesitamos movimiento, actividad, es la naturaleza del ser humano y a lo que estamos acostumbramos desde que nacemos.


Lo que está ocurriendo es incomprensible y queda demasiado grande para que nuestra mente llegue a simplificarlo. Todavía lo es más cuando eres consciente del número de víctimas mortales y del sufrimiento de los familiares que no pueden despedirse después de llevar en algunos casos, semanas sin verse por el cierre de residencias.


¿Cómo van a gestionar el duelo estos familiares? Si el duelo precisamente empieza normalmente con una despedida, una asimilación, un encuentro con la persona que quieres.

Es decir, nos están pidiendo que nos adaptemos a la nueva situación nosotros solos.


Los hospitales están desbordados y como es normal el personal sanitario está cansado de la lucha diaria, y muy centrado en las medidas preventivas que, desde el principio no ha habido tiempo para organizar las visitas familiares a sus seres queridos que estaban en sus últimos momentos de agonía.


En cambio, ha habido tiempo para momentos de incertidumbre, de desinformación, de impotencia, de desesperación, de llantos desconsoladores y de sentimientos negativos mientras se esperan las breves noticias del hospital y a que tu ser querido, desgraciadamente fallezca. Porque en realidad lo sabes… pero no te lo quieres ni puedes creer. Por lo menos en mi caso, según los médicos, no había demasiado margen para la esperanza.


Una vez fallece tu familiar, llega el turno de las funerarias que requieren que, en un breve espacio de tiempo, tomes una serie de decisiones sobre el entierro de tu familiar, como si se tratara de una decisión diaria sobre el desayuno que vas a tomar hoy.


Cuando tu cabeza solo tiene espacio para pensar en lo que acaba de pasar y te recompones de la cara de gilipollas que se te ha quedado de no poder hacer NADA.


No ha habido tampoco tiempo, ni lugar para reconocer el cuerpo, más que nada por la necesidad de las familias de saber que ciertamente es a su familiar a quien entierran. Y, además en el momento del entierro solo pueden ir tres personas.


¿Qué criterio usan las familias para tomar la decisión de quiénes se van a despedir de su familiar y quienes no?, ciertas personas tienen la habilidad de superar ciertos acontecimientos mejor que otras, y tienen una mejor gestión de las emociones. IRONÍA.


El entierro de mi abuela fue el domingo día 12 de abril, solo asistieron tres de sus cinco hijos. INCREÍBLE.


Al día siguiente, lunes 13, se reactivaban de nuevo los servicios no esenciales para impulsar la economía, lo que suponía que miles de personas saldrían a trabajar de sus casas a ocupar los espacios públicos comunes. Personas que tendrían o no mascarilla, pero que si no tuvieran había un dispositivo de entrega de mascarillas y guantes en las paradas del tranvía. Allí se reunirían TODOS.


¡Qué paradoja!, ¿verdad?


En mi caso, mi abuela Felisa (porque tiene nombre, aunque para los medios solo sea un número) falleció en la madrugada del día 10 de abril, viernes, a las 6:45 (esto retumba en mi cabeza). A día de hoy, no sabemos ciertamente si fue víctima del COVID o no, ya que, el hospital no nos dio nunca esa información.


Mi abuela tenía 96 años, era diabética, fue ingresada el día de antes, jueves, por una gran bajada de azúcar, se quedó en 50, los profesionales de la residencia no encontraron mejoría después de ponerle una inyección que le estabilizara, e ingresó en el hospital inconsciente, con insuficiencia respiratoria y renal. No había tenido fiebre.


Allí en el hospital le aislaron directamente bajo la hipótesis de sospecha por COVID 19, desconocemos si le realizaron las pruebas, sin embargo, en la residencia le trasladaron el parte de defunción como paciente positiva en COVID 19.


El problema es que esto ocurre diariamente, siendo cada día 500 víctimas mortales: 500 personas que tienen familiares, hijos, nietos, padres… que han velado por sus familiares hasta el final, y que no reciben consuelo. Porque no lo hay.


Estas líneas que sirvan para la reflexión, como reivindicación para que las instituciones dejen de deshumanizar el momento de despedirse de los familiares.


Somos adultos, y como adultos somos capaces de tomar decisiones respecto a nuestra vida, hay gente que sale protegida a trabajar diariamente, y en estas situaciones así tendría que haber sido, que los familiares más próximos pudieran entrar a verlos, como si tienen que ponerse un buzo para evitar el contagio.


Mucha gente altruistamente está fabricando batas y material para los sanitarios, y reutilizan ese material porque no disponen de más. Del mismo modo, se podría hacer pensando en los familiares.


Por último, no he querido entrar en el tema político, pero ayudaría que por una vez en la vida y más en esta situación, los políticos se ciñeran simplemente en encontrar la forma de ponerse de acuerdo y encontrar puntos en común, y estuvieran unidos; en vez de echarse la responsabilidad de unos a otros como si lo que está ocurriendo fuera un desacuerdo más entre ellos, cuando ni tendría que haber lugar a esto.

En Zaragoza, a 19/04/2020




He decidido publicar en este espacio un texto que escribí tras el fallecimiento de mi abuela, porque es un acontecimiento muy reciente, y es muy transparente.

Lo escribí en su memoria, para ayudarme a mi misma expresando mis sentimientos y en apoyo a todos mis familiares que a día de hoy lo siguen pasando mal. Pero también, para hacer visible la realidad y ayudar a otros familiares que estén pasando por lo mismo.

 
 
 

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